martes, 15 de febrero de 2011

El corazón es un cazador solitario

Hace ya algún tiempo me sorprendí al descubrir en los estantes de la biblioteca de mi casa un libro con un título absolutamente sugestivo: El Corazón es un Cazador Solitario.   No lo leí inmediatamente, pero al verlo quedó instaurada en mi alma una inmensa curiosidad por saber de qué trataría una historia que llevara este título.
Hace poco, mis infatigables preguntas acerca de ciertos vínculos que creamos, muchas veces súbita y asombrosamente,  con personas que se vuelven indispensables en nuestras vidas, me volvió a remitir a ese estante de la biblioteca de mi casa y me hizo tomar la determinación de leer esta novela de Carson MacCullers.
Una mirada que converge con otra mirada, una sonrisa que, a manera de reflejo capta del otro lado una sonrisa como respuesta, una broma creada en compañía de otro y que nadie más entendería.  Ese instante en el que uno sabe que realmente está siendo percibido por unos ojos atentos, aquellos profundos momentos en los que uno tiene la seguridad de estar siendo realmente escuchado, saberse leído hasta en los gestos más sutiles, ser comprendido (al fin) por otro ser humano, ser (re) creado por otra voz, por otra mirada.
Preguntándome con un asombro que no se acaba nunca ¿por qué se da el encuentro? y percatándome de la inmensa sabiduría con la que mi corazón ha sabido acompañarse de presencias fundamentales llegué a leer esta novela de Carson McCullers.
Si el corazón es un cazador solitario ¿qué persigue? ¿cómo lo encuentra? ¿cuándo sabe que lo ha encontrado? A lo largo de su novela, Carson MacCullers me dio valiosos elementos a partir de los cuales he podido adentrarme aún más en aquello que significa para un ser humano llegar a encontrarse con otro ser humano.  En  esta novela un sordomudo de apellido Singer es uno de los protagonistas principales.  Muchos de los habitantes del pueblo donde él habita buscan su compañía.  ¿Por qué? Porque se saben realmente escuchados por este hombre que no tiene afán de hablar y, porque gracias a esta sensación de ser escuchado, el corazón puede llegar a guardar para sí el sentimiento de saberse realmente comprendido, y por ende menos solo - aunque quizá - más solitario.  El corazón que se regocija al tener la certeza de que existe alguien, allá, afuera, capaz de entender los dolores, las alegrías y los miedos más íntimos de nuestro ser.
¿Qué persigue el cazador solitario?  Carson MacCullers lo percibió con una claridad sobrecogedora: comprensión.  Y, así mismo esta escritora entendió que en este hallazgo reside la triste alegría y la alegre tristeza de sabernos unidos y al mismo tiempo separados de quienes nos son indispensables.   
Estas son algunas de las frases mediante las cuales llegué a conmoverme insondablemente ante las búsquedas del corazón.


Existen los que comprenden y los que no comprenden.  Y por cada diez mil que no comprenden sólo hay uno capaz de hacerlo.


Tragó saliva y humedeció sus labios para continuar hablando.  Súbitamente sintió deseos de volver a la habitación del mudo y comunicarle todos los pensamientos que albergaba su cabeza.  Era extraño querer hablar con un sordomudo pero se sentía solo.


No lograba comprender del todo el intrincado juego de ideas ni las complejas frases; sin embargo, al leer intuía la poderosa y auténtica intención de las palabras, lo que le hacía sentir como si comprendiera.


Fue entonces cuando comprendió a su padre.  No se trataba de descubrir un nuevo aspecto suyo, ya que lo había comprendido con todo su ser antes de comprenderlo con la inteligencia.


Luego lo esperaba todas las noches en el pórtico hasta que volvía a casa.  A veces lo acompañaba a su habitación.  Se sentaba sobre la cama y lo observaba guardar su sombrero, abrirse el cuello de la camisa y cepillarse el pelo.  Por algún motivo parecían compartir un secreto.  O que estaban a la espera de decirse cosas que nunca antes habían dicho a nadie. 


El señor Singer hizo un gesto de asentimiento.  En sus ojos no había horror, ni lástima, ni odio.  Entre todos los que se habían enterado de lo sucedido, él era el único cuyos ojos no expresaban estos sentimientos.  Y eso porque era el único que realmente comprendía.


Subía a verlo a su habitación.  Pero antes se lavaba la cara y las manos y se perfumaba con vainilla.  Ahora sólo le hacía visitas dos veces por semana, pues no deseaba que él se cansara de ella.  Cuando abría la puerta casi siempre lo encontraba sentado frente a su bonito y extraño juego de ajedrez.  El la hacía sentirse acompañada.


Todo estaba en silencio.  Daba la impresión de que querían decirse cosas nunca dichas.  Lo que ella tenía que decir era terrible y la atemorizaba.  Pero lo que él tenía que decirle era tan verdadero que todo se ordenaría a su alrededor.  Tal vez se trataba de algo que no podía expresarse ni con palabras habladas ni escritas.  Tal vez tendría que transmitirse de otra manera.  Eso era lo que ella sentía frente a él.

2 comentarios:

  1. he llegado a este Blog buscando algo sobre este libro que lei hace mas de dos decadas y fue muy importante para mi...las palabras que escribes son exactas al sentimiento que ejerció sobre mi este libro y ahora se refresca en la memoria...Muchas gracias
    Selva

    ResponderEliminar
  2. Qué bueno que las resonancias acerca de lo que este libro me hizo sentir hayan sido oídas por ti. Quiere decir que acá estamos... recreando los sentimientos de ese corazón solitario. Gracias a tí Selva, por tu comentario.

    ResponderEliminar